miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las vanguardias en México


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El siglo XX fue el siglo de las vanguardias. A cien años de distancia, es interesante ver cómo sucedieron unas tras otra con un afán de renovadora expresión artística. Contextualizados en un mundo bélico y de radicales movimientos sociales, los vanguardistas buscaron en el arte una manera de enfrentarse a la realidad.
 En el caso de México, después de una revolución que mantuvo ocupada la vida literaria por varias décadas, dejó en ésta, saldos favorables pero también, el desgaste de una realidad mexicana que se negaba a ser ficcionada. 
Por un lado estaba la vida cotidiana y por otra la Historia, a quien se le había rendido culto desmedido generando con ello la evasión o el rechazo.
En el presente trabajo, trataremos estos dos puntos en algunos autores que estuvieron inmersos en las vanguardias cuya bandera era la libertad, y cómo intentaron a través del estilo crear un universo literario alternativo.
Chistopher Domínguez dice que cuarenta años duró el dominio de la Revolución sobre las letras mexicanas pero que durante este tiempo, se escribieron otras en la sombra de la Historia.
Cabe en este momento mencionar a quienes fueron protagonistas en este episodio mexicano El Ateneo de la Juventud: "Éramos muy jóvenes (había quienes no alcanzaron todavía los veinte años) cuando comenzamos a sentir la necesidad del cambio". Estas palabras de Pedro Henríquez Ureña manifiestan lo que va a caracterizar a este grupo de jóvenes intelectuales: la necesidad de cambiar la opresión tanto intelectual como política y económica del país.
Nos dice Carlos Monsiváis, que fue durante 1906 que se empiezan a dar cambios en el cuerpo aparentemente monolítico de la cultura porfiriana. (necesario conocer historia de México, porfirismo y revoluciones, Villa y Zapata)
Durante este año es que se inician las reuniones de Alfonso Reyes, Antonio Caso, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, para leer a los clásicos.

Un año después, se da la primera manifestación pública en el porfiriato para defender la Revista Azul de Manuel Gutiérrez Nájera:




Los jóvenes intelectuales se indignan "a nombre de la bandera del arte libre". Bandas de música, gritos, discursos y poesía en la Alameda Central. "Por primera vez –se enorgullece Reyes- se vio desfilar a una juventud clamando por los fueros de la belleza, y dispuesta a defenderlos hasta con los puños"… Por la noche, en una velada, Urueta nos prestó sus mejores dardos y nos llamó ‘buenos hijos de Grecia’. La Revista Azul pudo continuar su sueño inviolado. Nonos dejamos arrebatar la enseña y la gente aprendió a respetarnos" (Monsiváis en COLEGIO DE MÉXICO 1986: 1391)

Éste fue el punto de partida del Ateneo de la Juventud que en lo sucesivo, sería el centro y pilar de cultura revolucionaria y como es sabido, hubo fractura en el interior del grupo, pero fue tan sólida la estructura con la que se formó, que se considera nos dice Christopher Domínguez, un paradigma de la cultura mexicana: "Fundación que es ruptura y es renacimiento" (DOMÍNGUEZ 1996: 525) y es esto lo que lo convierte según Monsiváis, en uno de los grandes mitos de la historia cultural de México.

Entre los miembros del grupo sobresale Alfonso Reyes (1889-1959), cuya obra no es sólo fecunda sino también de gran calidad. En este breve ensayo hablaremos de La cena, cuento que escribió en 1912 y se publicó en 1920, es nos dice Domínguez, principio de modernidad en la narrativa mexicana.
Cuando mencionamos al principio de este ensayo, que hubo un momento en las letras mexicanas en que la realidad se negaba a ser ficción, nos referíamos precisamente al hecho de que la narrativa no podía desligarse del esquema del realismo y del costumbrismo. Estamos totalmente de acuerdo en que es La cena quien rompe con dicho esquema y se puede considerar la primera ficción de las letras mexicanas.
Es importante señalar la cita que hace Domínguez de James W. Robb quien considera a dicho cuento como la antesala del realismo mágico o del surrealismo, creemos que está cerca de este último por ser una visión onírica. Los surrealistas, recordemos daban una importancia en su estética a los sueños
. En el surrealismo: "La relativización de lo psíquico ha de suponer un descenso vertiginoso al interior del yo, con el fin de explorar ese escondido territorio que llena de aparentes contradicciones la vida cotidiana; de este modo, penetrando en el subconsciente, brillará la conciencia, pues se llega a un punto donde, más allá de la realidad, se alcanza un conocimiento nuevo" (PLATAS 2000: 795).
 Creemos que es en este aspecto en donde está el mérito de Alfonso Reyes, quien escribió su cuento siete años antes de que se publicara el primer texto surrealista (Les champs magnetiques 1919), pero que ya había vislumbrado ese nuevo conocimiento al que años después, aspirarían los surrealistas.

En cuanto al realismo mágico se aplica hoy "a un cierto tipo de novela hispanoamericana que surge a partir de 1940 y culmina después de 1960. El mundo real, regido por la lógica, y un mundo fantástico, mágico o maravilloso conviven asombrosamente integrados en estas narraciones (…) mezclados con influencias del psicoanálisis a través de los elementos oníricos e irracionales aportados por el Surrealismo" (Idem: 692).
Nos dice Angel Flores que lo mágico ya estaba presente desde las Crónicas "ya en numerosos escritos desde años más remotos –cartas de Colón, los cronistas, las sagas de Cabeza de Vaca-, y pasó a formar parte de la corriente literaria principal durante el modernismo" (FLORES 1985: 20). Lo interesante es ver cómo Reyes rompe con el elemento mágico superficial del modernismo y entra así, a la tendencia que años después se llamaría realismo mágico. Ángel Flores data su inicio con Historia Universal de la infamia de Jorge Luis Borges en 1935.

Por lo anterior podemos considerar a Reyes como un vanguardista que se atrevió a transgredir los cánones que regían la narrativa de su tiempo y apostar como dice Domínguez por la modernidad del fragmento y la civilidad en la prosa. En él, está el germen de la narrativa mexicana que años después, sorprendería al mundo de las letras viendo en sus creadores, escrupulosos artífices que se preocuparían por el estilo, así como también, de introducir la realidad de tal manera, de transformar lo común y cotidiano en lo tremendo e irreal.
Desde sus tiempos de juventud hasta nuestros días, los comentarios de Alfonso Reyes dan un valioso apoyo a los estudios literarios, él se expresa así de uno de sus compañeros del Ateneo: "Y apenas salía de su infancia Julio Torri, graciosamente diablesco, duende que apagaba las luces, íncubo en huelga, humorista heiniano que nos ha dejado algunas de las más bellas páginas que se escribieron en prosa…" (DOMÍNGUEZ 1996: 529). Estas palabras viniendo de un estudioso de las letras como lo fue Reyes, es sin duda, algo que se debe de tener en cuenta al abordar la obra de Torri, quien se consideraba el más estéril entre los suyos y que se sumergió en el destierro interior impuesto por la guerra.
Nos dice Brushwood, que una de las corrientes que se generó en el Ateneo es la llamada novela "colonial" que fue, al menos en parte, una expresión nacionalista y que Jiménez Rueda, en sus comentarios sobre el Ateneo, dice que muchas de las características de la novela colonial se halla en las obras de algunos ateneístas entre ellos Julio Torri.
Creemos que una de esas características de las que habla Jiménez Rueda que se encuentra en Torri es lo contemplativo. Esa actitud ante la vida, la cultura, ante la literatura misma desde un punto de vista humanístico. Un ejemplo:
Los espíritus puramente lógicos, los dialécticos, son los más dañinos. La existencia es ya de suyo de los más ilógico y milagroso. En el engranaje silogístico perfecto y ruin de un abogado ergotista muchas instituciones jugosas y lozanas se prensan y se destruyen. Líbrennos los dioses de estos malos bichos, teorizantes, fanáticos, rectilíneos, aniquiladores de la vida. (Torri en DOMÍNGUEZ 1996: 605)
Este fragmento nos resulta interesante ya que aparentemente hay una crítica a cierto tipo de personas pero guardando una actitud distante y abierta, como invitando al diálogo, se podría decir que sus fragmentos prosísticos son dialógicos, lo que nos recuerda a Bajtín ya que el texto creado como reacción al primero mantiene no sólo una relación con su fuente original, sino también con la cultura en general. Ejemplo de esto, es el siguiente fragmento:
Don Juan… por quien olvidan las cortesanas parisienses de moda sus ahorros en el Banco de Francia, Rey norteamericano de una industria como la del acero y el petróleo, la trata de blancas. En México galopa camino de la Sierra con una mujer desmayada entre los brazos. Es en España, su país natal, un señorito a quien castigará el cielo cualquier día por sus grandes infamias. (Idem: 594)
En el texto llamado "La amada desconocida", Torri parte del concepto de Don Juan, podemos ver en él, cómo entabla un diálogo con la fuente original y cómo se genera un nuevo texto como reacción al primero. Esto nos confirma lo que dice Bajtín acerca de que no pueden existir textos originales, ya que para él el solo hecho de que el texto presupone el sistema de la lengua, no existen ni pueden existir textos puros, pero al mismo tiempo, este nuevo texto que se generó como enunciado, es algo individual, único e irrepetible y es aquí; aunque parezca contradictorio en donde surge la originalidad del texto, al utilizar el lenguaje y sus infinitas posibilidades.
Es importante señalar que las frecuentes referencias a distintas fuentes, nos muestran la vasta cultura del autor. Otro aspecto interesante, es que Torri, no sólo entabla un diálogo con la cultura, sino también con su lector, ya que sus prosa es abierta, no hay un cierre estético que la concluya, lo que hace posible el espacio para la reflexión, en donde nos percatamos de otros aspectos no menos interesante: el tono irónico, el humor, la pureza de la forma y de la belleza de la que hablaba Alfonso Reyes.
Lo concreto de la prosa que vemos en la obra de Julio Torri, en donde en tan breve fragmento se dice mucho, sería en los estridentistas uno de los elementos sustanciales de su propuesta: "después de aventurarnos a vivir la vida de los personajes en las novelas, estamos neurasténicos y preferimos lo mínimo, lo que en unas cuantas páginas no deja el cansancio de trescientas…"
La primera prosa de este movimiento vanguardista mexicano que se definían así mismos como irreverentes, afirmales, convencidos y cuyo manifiesto terminaba con un sonoro "¡Viva el mole de guajolote!", fue La señorita Etcétera de Arquéles Vela, en donde el autor introduce los elementos vanguardistas, rompiendo así, con el marasmo que el realismo había infundido a la narrativa mexicana. Años antes, como ya lo vimos, Alfonso Reyes había dado el primer campanazo con su cuento La cena.

Más que el argumento, lo relevante en La señorita Etcétera es el uso del lenguaje y sus posibilidades. Sabemos que uno de los propósitos de los movimientos vanguardistas es innovar, tratar de decir las mismas cosas de siempre de una manera diferente, que suenen nuevas y Vela lo logra en la mencionada obra recurriendo a la imagen, comparación y metáfora. Envolviendo con ello al lector, introduciéndolo en un clima de vértigo estético (DOMÍNGUEZ 1996: 550), así como también en el ritmo que genera la vida moderna.
Según Brushwood, el grupo estridentista produjo una sola novela que fue El café de nadie (1926) escrita por Arqueles Vela: "Es muy breve, como la mayoría de las novelas de vanguardias de aquel periodo y cabe algunas dudas de si llamarle novela o cuento. Sin embargo, de lo que no se puede dudar, es de que estas obras altamente imaginativas, hicieron una contribución al desarrollo de la novela contemporánea" (BRUSHWOOD 1993: 333)
Lo que se refleja en esta novela es lo real y lo irreal. Como es bien sabido, El café de nadie, es el lugar hasta cierto punto mítico donde se reunían los estridentistas. A través de toda la narración se puede sentir una atmósfera fantasmal, como si fuera el presentimiento de lo que quedaría de ese lugar y de sus asistentes y de cómo pasarían a la historia. Arquéles Vela, fue uno de tantos vanguardistas que serían olvidados y que al tener que recorrer ese punto de la literatura por algún azar, reconoceríamos en él a un pionero que se aventuró a explorar en el lenguaje y encontrar que en él no hay límites.
Y si Vela urgó entre lo real y lo irreal, Bernardo Ortiz de Montellano lo hizo en el mundo de los sueños. Aunque fue director de Contemporáneos es muy poco conocido, pero no por ello, su obra resulta interesante al introducir la oniromancia como creencia íntima en elDiario de mis sueños, en donde se puede apreciar el aislamiento que fue una constante de su generación.
Ortiz de Montellano nos dice Domínguez, no es un soñador sino un onirómano. No divaga, investiga y así se separa de Villaurrutia, Owen y Torres Bodet.
Se puede ver que una de las tareas de Montellano fue la metáfora del sueño y es interesante el aspecto mágico que se percibe aunque reprimido quizá, por el racionalismo que imperaba en su generación. Pero estaba allí, en sus sueños, al cerrar sus ojos, al llegar la noche y sentir la soledad de quien se enfrenta al misterio y a la orfandad nocturna:
Desierto luminoso, raro abismo
de la espuma del agua de los sueños
navegación del alma,
sólo remo
Hundido
Hundido;
Hombre de paja y de silencio hendido;
Hombre derruido
Apenas musical. (Montellano en DOMÍNGUEZ 1996: 890)
Como podemos apreciar, más que la descripción de un sueño, es la sensación onírica, es decir, lo que dejó haber soñado algo y al otro día, sólo sentir, más que saber describir lo ocurrido en el sueño y es aquí, donde se pierde las nociones de espacio y tiempo, ya que se someten a la emoción de un instante vivido plenamente.
Montellano, intentó rehacer la realidad aunque recurriendo a la realidad onírica, que los surrealistas habían propuesto como parte de su estética. Pero más que influencia de dicha vanguardia, creemos que él veía en sus sueños un mundo con acontecimientos que ocurrían con su propia lógica, más que una herramienta estética.
Podemos concluir este pequeño ensayo haciendo énfasis en la constante que rigió a los autores aquí tratados: la libertad. Nos dice Octavio Paz: "La historia de la literatura, del pensamiento y del arte moderno es inseparable de la historia de las libertades públicas. Allí donde perece la libertad, el pensamiento y la libertad perecen. La libertad es la sangre invisible que anima la literatura y a la sociedad entera" (PAZ 1992: 185). Esta sangre invisible llamada libertad, fluyó por las venas de los vanguardistas que se atrevieron a marchar al frente con un afán de renovadora creación, experimentando con el lenguaje, encontrando así, las posibilidades infinitas del mismo. Las vanguardias quedarán en las páginas de la historia del siglo XX, pero la literatura de este siglo, no debe olvidar la deuda que tiene con ellas.
Bibliografía

BAJTÍN, Mijaíl, Estética de la creación verbal, Siglo XXI, México, 1999
BRUSHWOOD, J, S., México en su novela, FCE, México, 1993
FLORES, Angel, El realismo mágico en el cuento hispanoamericano, Premia Editora, México, 1985
LIST, Arzubide, Germán, El movimiento estridentista, Lecturas Mexicanas, México, 1986
PLATAS Tasende, Ana María, Diccionario de términos literarios, ESPASA, Madrid, 2000
DOMÍNGUEZ Michael, Chistopher, Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, FCE, México, 1996
MONSIVÁIS, Carlos en Historia General de México, Colegio de México, México, 1986
PAZ, Octavio, Al paso, Seix Barral, México, 1992

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